Toda actividad humana repercute en el bienestar o malestar de aquéllos a quienes se les brinda algo, en este caso, una enseñanza. El tipo de principios morales que se encuentra en su persona marcará una línea de dignificación o repudio; no obstante, en el medio educativo esto es más complejo, ya que el servicio brindado es para formar personas, no para resquebrajarlas o desecharlas. De ahí surge la necesidad de entender el entorno epistémico que rodea a la docencia desde lo ético.

Bajo este contexto, el estudio de la ética, como base del compromiso, atención y responsabilidad para con los otros, es de vital atención.

La acción docente ha tenido diversas apreciaciones por quienes la ejercen. La docencia per se ha recibido definiciones teóricas que delimitan la acción docente. Con ello, se le da una diferenciación respecto al educador, al profesor o al maestro; sin embargo, se puede considerar que representan lo mismo, ya que están inmersos en el continente de la educación.

De esta manera, una cantidad de docentes incurren en los siguientes vicios:

¿Y qué hay del lado del receptor, de quienes reciben el trabajo del docente? Este sector también muestra sus propias observaciones; su forma de juzgar es por entero severa; son quienes dictan si se es o no un docente, tan sólo porque viven la acción directa ante tal actuar. Y en esto último, hay diversas cuestiones epistémicas por considerar. Tales diferencias tienen que ver con la empatía o afinidades que existan entre el docente y el discente o los aspectos psicológicos latentes que haya en una y otra parte, lo cual delinea el vínculo que pudiera darse. También están las tendencias o las formaciones o “malformaciones” educativas que tenga cada sector, así como la madurez de cada uno.

Entonces, comprender y encauzar la labor docente no es una tarea sencilla, y con lo poco o mucho que pudiera presentarse en esta unidad, se espera fundar una base para darle sentido a este campo que muchas personas suelen pisar con la idea de enseñar.

La docencia no es sólo enseñar alguna materia propia a la profesión que se ejerza; es pensar en el campo de acción, es decir, la educación; sin embargo, no todos los que pisan tal terreno tienen la disposición de desarrollar en su persona esa conciencia que permite entender todo el fenómeno o los aspectos que convergen en el horizonte educativo. Por ello, de acuerdo con el concepto que se tenga de la docencia, será la línea que se trace en el actuar dentro de esta área: reducirse a enseñar, sin importar si el discente aprende, o sin saber con seguridad si el aprendizaje consecuente de cierta enseñanza será momentáneo o producto de una coacción o acción coercitiva (alienación), o si la acción docente tendrá verdadero sentido en la vida del educando (significatividad).

Se suele decir en el medio educativo que una persona que se dedica a enseñar debe tener vocación, pero también suele decirse que la vocación se construye. Un docente no se forma leyendo un libro sobre cómo educar, ni experimentando lo que otros han hecho para enseñar o tomando un curso sobre docencia; tampoco lo da el grado académico que se tenga, esto es sólo una parte. Para saber ser docente, se requiere vivir y observarse en la acción dentro del aula, y según sea su proceder, se edificará una forma de ser que será aceptada, reconocida o repudiada. Es el hacer ante la clase lo que marca la efigie de la docencia.