Práctica Docente sin Sesgos de Género

Unidad de Apoyo para el Aprendizaje


Proyecto PAPIIT Clave: IN404319

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Introducción


Un rasgo predominante entre el profesorado de educación media y superior es el hecho de ser profesionistas formados en diversos campos disciplinares que participan de la enseñanza, tomando como referencia su propia experiencia como estudiantes; es decir, su nivel educativo y saber especializado les da legitimidad para incursionar en esta tarea; no obstante, pocos han tenido una formación para la docencia, y menos aún asumen esta labor de manera reflexiva y desde una perspectiva de género.



Fotografía que muestra a un profesor escribiendo en el pizarrón


El personal docente puede ser experto en el área en la que fue formado, pero carecer de competencias didácticas y pedagógicas basadas en perspectiva de género. Por lo anterior, se hace necesaria una formación, en la que además de estar presentes los elementos didácticos y pedagógicos, se reconozcan los sesgos de género que han predominado al interior de las aulas; una formación que, desde la perspectiva de género, permita ejercer prácticas igualitarias y transformadoras, en las que, partiendo de la diversidad, se promueva el aprendizaje de todas y todos los que participan en dicho proceso.



Reconocer la docencia, desde la perspectiva de género, como una práctica para eliminar los estereotipos de género en el aula.

Práctica docente reflexiva


Si bien la formación disciplinar del profesorado es indispensable y ofrece una gran riqueza en el momento de su enseñanza, suele no ser suficiente en el ejercicio docente, pues siempre hay una distancia entre el saber científico y el saber enseñado, en el que la prioridad es el estudiantado. El proceso entre ambos implica una transposición en la que se ponen en juego un campo del saber especializado, el conocimiento que posee el docente y el tratamiento del contenido formalmente seleccionado para su enseñanza (Grisales y González, 2009); pero también cruza por la subjetividad de quien enseña, por sus apreciaciones, sus propias creencias y posturas ante el conocimiento y ante los sujetos del aprendizaje.

Es importante subrayar que la mirada que aquí se externa no excluye el papel activo de las y los estudiantes; antes bien, se asume que la disposición del educando, así como la actividad de integración y acomodo de los contenidos de la enseñanza, se realiza desde el sujeto que aprende, pero en ello será fundamental el papel mediador del o la docente.

La postura se apoya en una pedagogía feminista. Luz Maceira (2007):



Retrato de la pedagoga Luz Maceira

Maceira, L. (s. f.). Luz Maceira [fotografía]. Tomada de https://www.researchgate.net/profile/Luz-Maceira-Ochoa

[…] concibe a la educación como una herramienta que potencia y autonomiza al ser humano, pues sirve para elaborar procesos personales y subjetivos, para aprender y apropiarse de saberes e ideas, para desarrollar nuevos valores y actitudes, así como herramientas técnicas, habilidades, y poderes concretos a través de los cuales las personas se construyen a sí mismas, se individúan, y construyen nuevas relaciones de y entre los géneros. (p. 3)



Bajo esta mirada se recuperan los planteamientos de Cecilia Fierro, Bertha Fortoul y Lesvia Rosas (1999), entendiendo a la práctica docente como…



Destaca aquí el papel activo de los sujetos –docentes y discentes– y, sobre todo, la responsabilidad que adquiere el enseñante en la conducción del proceso educativo, la posibilidad creativa mediante la comunicación directa y el poder que su posición le otorga para incidir en la elaboración de significados diversos en sus estudiantes.

En este sentido, la práctica docente contiene múltiples relaciones (Fierro, Fortoul y Rosas, 1999); en tanto:

  • 1
    Implica una relación entre personas (maestra/o-alumna/o, familia, colegas, autoridades educativas, etc.).
  • 2
    Los sujetos se vinculan con un saber colectivo culturalmente seleccionado y organizado para ser enseñado.
  • 3
    Acontece en un tiempo y un lugar determinado, por lo que entra en relaciones con diversos aspectos de la vida humana y social, así como con los procesos económicos, políticos y culturales que conforman el contexto y que a la vez le imponen desafíos a la práctica docente.
  • 4
    Se desarrolla en un marco institucional, que media e interpreta procesos normativos y administrativos del propio sistema educativo del que forma parte, así como las relaciones gremiales que regulan las condiciones laborales del profesorado.
  • 5
    Se conecta de manera intrínseca, con un conjunto de valores personales, sociales e institucionales que, por el carácter intencional de la educación formal, lleva siempre implícito como propósito la formación de un determinado tipo de persona y un modelo de sociedad.


Tener conciencia de esta multirrelacionalidad permite posicionarse en la situación específica de la práctica docente, con sujetos concretos, hombres y mujeres portadores de una cultura de género, de saberes, creencias, valores y actitudes puestos en juego, en cuya recreación y transformación incide nuestra labor. De ahí la importancia de percatarse de la posición que se asume ante el género, identificar las creencias, valores y actitudes ante el hecho de tener en las aulas niñas y niños, adolescentes o jóvenes, adultos con marcas de género, necesarias de traspasar, en aras de lograr mayor autonomía en las elecciones y decisiones que tomarán en sus vidas.

Frida Díaz-Barriga y Gerardo Hernández (2010) señalan que una mejora sustancial en la enseñanza sólo podrá lograrse en la medida en que el profesorado logre articular sus saberes con los problemas y dilemas que en el día a día se encuentra en su salón de clases; además, apuntan que no podrá lograrse esta mejora si el conocimiento (a ser enseñado) carece de una reflexión profunda que permita generar propuestas de cambio, que necesariamente inciden en las concepciones y acciones de los actores e implican cambios en la cultura organizada de las instituciones educativas.

Desde la visión liberadora de Paulo Freire (2010), se puede decir que el acto de educar es un acto transformador que comienza con la reflexión personal de “para qué enseñar”:



Fotografía que presenta a Paulo Freire, destacado filósofo y pedagogo brasileño

Sloboda, D. (1977). Paulo Freire, destacado filósofo y pedagogo brasileño [fotografía].
Tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Paulo_Freire#/media/Archivo:Paulo_Freire_1977.jpg

Ante todo, no es posible ejercer la tarea educativa sin preguntarse, como educadores y educadoras, cuál es la concepción que se tiene del hombre y de la mujer. Freire (2010) plantea que toda práctica educativa implica esta indagación: qué pienso de mí mismo y de los otros, ya que la educación es acto humano.

La conciencia del inacabamiento creó lo que llamamos la “educabilidad del ser” […], la curiosidad es, junto con la conciencia del inacabamiento, el motor esencial del conocimiento. Si no fuera por la curiosidad no conoceríamos. La curiosidad nos empuja, nos motiva, nos lleva a develar la realidad a través de la acción […]. Por esta razón sostengo que la mujer y el hombre son esperanzados, no por obstinados, sino como seres buscadores […], buscar sin esperanza sería una enorme contradicción […]. Estas reflexiones que estamos haciendo tienen como objetivo marcar hitos esenciales de nuestra práctica educativa. ¿Cómo puedo educar sin estar envuelto en la compresión crítica de mi propia búsqueda y sin respetar la búsqueda de los alumnos? Esto tiene que ver con la cotidianidad de nuestra práctica educativa como hombres y mujeres. (pp. 27-32)

De ser así, en estos procesos no se podría pasar por alto las desigualdades de género, la discriminación o prácticas sexistas que con frecuencia tienen lugar en la práctica cotidiana.

Práctica docente y currículum de género


Diversos son los procesos que inciden en la formación de profesionistas, a los cuales, en conjunto, se puede denominar como currículum. Éste puede ser percibido, grosso modo, de dos maneras: como intencionalidad o prescripción de lo que se pretende lograr (proyecto educativo, plan de estudios), y como lo acontecido en la realidad cotidiana de la escuela (dentro o fuera del salón de clase) (Casarini, 1997). Desde una noción amplia, el currículum puede ser entendido como…



Las percepciones que como docentes se asumen con respecto al género, se manifiestan en discursos y prácticas pedagógicas, algunas veces de manera explícita, y otras de manera implícita, pero sin que necesariamente se percate de ellas. Por ejemplo, se da por hecho que se proporciona el mismo trato y posibilidades a las y los estudiantes, sin advertir que los mecanismos o estrategias que se emplean pueden estar marcados por atributos que se depositan en el alumnado, no por sus cualidades académicas, sino por el hecho de ser hombres o mujeres.



Fotografía en la que se muestra a un grupo de alumnas tomando clase frente a una profesora


En el aula tienen cabida diversas prácticas pedagógicas, cuyo fin es formar, pero también (de manera consciente o inconsciente) discriminar. Como lo sustentan Adriana Hernández y Carmen Rybet (2000):

[…] los sujetos son sujetos de posiciones y se constituyen en y por diferentes discursos […], las prácticas pedagógicas, en tanto productoras de significados, son prácticas constitutivas de subjetividad; [de ahí] las prácticas escolares, entendidas como prácticas de reconstrucción de la experiencia, son campos de lucha en el que se expresa –entre y con otras– la diferencia sexual. (p. 59)

Los sesgos de género suelen ser imperceptibles, pero están activamente en el currículum oculto, de tal suerte que, sin que medie una intención manifiesta, forman parte de los contenidos de aprendizaje.

A decir de Luz Maceira (2005), en toda institución educativa existe un “currículum oculto de género”, entendido como…



Todo proceso educativo contiene un componente ideológico, moral y político, a través del cual se mueve una propuesta implícita de persona que se pretende formar. Como lo señala McLaren (1984), el currículum favorece ciertas formas de conocimiento sobre otras, afirma sueños, deseos y valores de grupos selectos de estudiantes sobre otros grupos, y a menudo discrimina a partir de la raza, la clase y el género. Si bien la escuela cumple una función reproductora de la sociedad, al mismo tiempo abre posibilidades para su transformación. Superar los límites que el orden de género plantea para la educación de hombres y mujeres es una de las tareas de la perspectiva de género en la práctica docente.

El espacio escolar contribuye en la reconstrucción y difusión de contenidos culturales que condicionan los comportamientos de los sujetos en función de modelos y relaciones económicas, políticas, sociales y culturales dominantes, vigentes en una sociedad (Maceira, 2005). Uno de los órdenes de la sociedad que la escuela aporta, en su reproducción y producción, es el orden de género.

El hecho de que las mujeres accedan cada vez más a espacios tradicionalmente considerados propios para los varones, tanto en el sistema educativo como fuera de él, no implica que tengan las mismas oportunidades que ellos. Junto con claras expresiones de discriminación, coexisten otras que se han vuelto más sutiles y menos evidentes, persistiendo el sexismo a través de diversas manifestaciones que es preciso visibilizar. La estructura y organización del sistema educativo nacional, los contenidos curriculares, las actividades escolares diferenciadas por sexo y la distribución de la matrícula de hombres y mujeres por campos de conocimiento y en las profesiones, constatan la incidencia del orden de género dominante en la sociedad que, en mayor medida, ha jugado en detrimento del pleno desarrollo de las mujeres.

Como lo señalan Elsa Guevara y colaboradoras (2016), si bien en la sociedad se han ido desterrando diversas prácticas discriminatorias hacia las mujeres:

[…] persisten otros mecanismos que las colocan en desventaja, especialmente en la escuela, donde la igualdad formal entre varones y mujeres no impide que los regímenes de género reproduzcan desigualdades mediante sus programas formales (qué se enseña y cuáles son los referentes epistemológicos); sus prácticas pedagógicas (cómo se enseña y con qué recursos didácticos); así como sus programas ocultos que definen expectativas, aspiraciones y comportamientos del profesorado hacia sus estudiantes, según sean varones o mujeres, así como una relación entre pares, donde los modelos de masculinidad o feminidad presentes en la comunidad escolar marcan pautas de relación y comportamiento que impone mayores obstáculos a las chicas […]. (p. 3)

Estos dispositivos se articulan en las tres dimensiones del currículo (formal, vivido y oculto); sin embargo, la naturalización del género posibilita que permanezcan ocultos o inidentificables, por lo que es importante asumir una actitud autocrítica de la práctica y de aquello que favorece o limita el desarrollo amplio de las potencialidades del estudiantado.



Fotografía en la que se muestra a una profesora pensando en su escritorio

Yo profesora, ¿cómo lo estoy haciendo?

Claves para orientar la práctica docente sin sesgos de género


Como ha quedado establecido en los párrafos anteriores, la práctica docente desde la perspectiva de género considera que…

[…] el proceso de aprendizaje requiere, entre otras cosas, paciencia y respeto, la valoración de las capacidades individuales, también espacios para su experimentación […] –ya que– se promueven aprendizajes para la vida que implican consecuencias no sólo cognitivas sino también emotivas, subjetivas, actitudinales y prácticas. (Maceira, 2007, p. 4)

Por lo anterior, recuperando el trabajo de Sánchez, Solís y García (2018), es importante señalar algunas estrategias docentes que se consideran pueden contribuir a motivar practicas docentes sin sesgos de género.



Recuperar o elaborar materiales, recursos y estrategias didácticas en las que se reconozca y hagan visibles los aportes de las mujeres científicas. Ello contribuirá a conformar referentes de identidad para las alumnas. Así, desde el espacio áulico en los diferentes niveles, se puede mostrar que la presencia de ambos sexos ha sido una constante y por lo tanto el desarrollo de la humanidad ha sido construido con aportes no sólo de “el hombre”, sino también de las mujeres en todas las áreas y a lo largo del tiempo.

En el sentido anterior, indagar los aportes de las mujeres en los campos de conocimiento en los que se ejerce la docencia e incluirlas en la bibliografía o como contenido de la enseñanza.

Promover en las escuelas, cursos y talleres en los que participen como ponentes, tanto hombres como mujeres, así como en la conducción de actividades teóricas y prácticas, desarrolladas en talleres y laboratorios.

Sustituir la clasificación jerárquica entre el estudiantado basada en la meritocracia y la competencia por el reconocimiento de las potencialidades diversas y la variedad de formas en que las y los estudiantes construyen sus aprendizajes.

Propiciar ambientes de aprendizaje y colaboración que estimulen los esfuerzos y logros de alumnas y alumnos por igual, a través de las actividades, tareas y realización de proyectos que promuevan el trabajo en colaboración y no la fragmentación del mismo.

Valorar los aportes de cada estudiante sin sesgos de género, es decir, sin demeritar el trabajo de algún varón, por ser de menor alcance que el de alguna de sus compañeras; o a la inversa, desestimar el de ellas, por considerar que sus aportes no son tan relevantes al ser producidos por una mujer. (p. 78)



Los procesos de socialización generados en las escuelas desde la práctica docente sin sesgos de género pueden contribuir a eliminar la reproducción de los roles derivados de la división sexual del trabajo y dar paso a una construcción distinta de trayectorias, comportamientos y expectativas, tanto de estudiantes como de docentes, para quienes el aula se convierte en un espacio privilegiado de transformación.

Actividad 1. Identificando los elementos de una práctica docente reflexiva con perspectiva de género

Reconocer la práctica docente como un proceso multirreferenciado nos permite situar nuestra propia práctica, con sujetos concretos, generizados.

Actividad 2. Reconociendo prácticas pedagógicas con y sin perspectiva de género

La reproducción de estereotipos de género suele ser común en la práctica docente cotidiana, ya que pocas veces se reflexiona en ello y se llevan a cabo acciones para su deconstrucción. Es por ello que uno de los ejercicios que exige la práctica docente con perspectiva de género es identificar todas aquellas situaciones que tienen lugar en los espacios educativos y preguntarse, por ejemplo, si éstas contribuyen o no a la reproducción de estereotipos y qué acciones está llevando a cabo para la deconstrucción de estereotipos de género.



Autoevaluación. Repasando los conceptos más importantes de la práctica docente con perspectiva de género

La práctica docente se realiza en el espacio áulico y alude a la relación educador/a-educando, contenido de la enseñanza y ambiente, destacando los mecanismos a través de los cuales se pueden reforzar o transformar los estereotipos de género. Para llevar a cabo una práctica docente sin sesgos de género, algunos de los conceptos que debemos tener presentes son sesgos de género, currículum, escuela y estrategia docente.


Fuentes de información

Básicas


Casarini, R. M. (1997). Teoría y diseño curricular. Trillas/Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey.

De Alba, A. (1998). Currículum: mito, crisis y perspectiva. Miño y Dávila Editores S. R. L.

Díaz, F. y Hernández, G. (2010). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. Una interpretación constructivista (3.ª ed.). McGraw-Hill.

Fierro, C., Fortoul, B. y Rosas, L. (1999). Transformando la práctica docente: Una propuesta basada en la investigación-acción. Paidós.

Freire, P. (2010). El grito manso. Siglo XXI.

Grisales, L. y González, E. (2009). El saber sabio y el saber enseñado: Un problema para la didáctica universitaria. Educación y Educadores, 12(2), 77-86.

Guevara, E., Rosado, A. M., García, A. E. y Magaña, H. (2016, enero-junio). Los talleres de ciencia para jóvenes y el orden invisible de género. Revista Remo, 30(XIII).

Hernández, A. y Rybet, C. (2000). Sujetos de género en la escuela. Un intento de articulación entre sexualidad, género y educación. La Aljaba: Revista de Estudios de la Mujer, V, 59-68. Segunda Época. Universidad Nacional de la Pampa, Argentina.

Maceira, L. (2005). Investigación del currículo oculto en la educación superior. La ventana, Revista de Estudios de Género, 21, 187-227. U. de G. México.

Maceira, L. (2007, noviembre). Una propuesta de pedagogía feminista: Teorizar y construir desde el género, la pedagogía y las prácticas educativas feministas (Ponencia presentada en el I Coloquio Nacional Género en Educación). Universidad Pedagógica Nacional-Fundación para la Cultura del Maestro, A. C. México. (Memoria en versión electrónica)

McLaren, P. (1984). La vida en las escuelas. Una introducción a la pedagogía crítica en los fundamentos de la educación. Siglo XXI.

Sánchez, A., Solís, M. J. y García, L. (2018). Guía educativa para el profesorado de bachillerato. Género, ciencia y práctica docente en el bachillerato. UNAM/FES Acatlán/Red Mexicana de Ciencia, Tecnología y Género.

Complementarias

Segato, R. (2018). Contra-pedagogías de la crueldad. Prometeo Libros.

Serret, E. (2008). Qué es y para qué es la perspectiva de género (libro de texto para la asignatura Perspectiva de Género en la Educación Superior). Instituto de la Mujer Oaxaqueña.



Cómo citar

García, L. y Solís, M. (2021). Práctica docente sin sesgos de género. Unidades de Apoyo para el Aprendizaje. CUAIEED/FES Acatlán-UNAM. (vínculo)