El primer registro que se conoce sobre el uso del concepto sostenibilidad fue publicado en 1713 por Hans Carl von Carlowitz, en su libro Sylvicultura oeconomica. En el documento, el administrador minero abogaba por la importancia de guardar equilibrio entre la cosecha y el consumo de la madera, referido con la expresión en alemán Nachhaltige Nutzung (uso sostenible). Sin embargo, la supervivencia y la mejora de condiciones de trabajo eran más urgentes que los que hoy llamaríamos problemas ambientales. Desde la aparición de la industrialización a finales del siglo XVIII y hasta mediados del siglo XX, el concepto de desarrollo se entendía en gran medida como cuestiones económicas y sociales.

Rachel Carson publicó un libro titulado La primavera silenciosa, el cual advertía de los efectos perjudiciales de los pesticidas en el medio ambiente, especialmente en las aves, poniendo en manifiesto cómo el uso de químicos, tales como el DDT, estaba perjudicando fuertemente a los ecosistemas. Esta publicación fue una referencia internacional, no sólo porque logró detener el uso de cierto tipo de químicos en los Estados Unidos, además fue precursora del movimiento ambientalista que surgió en los años sesentas. Fueron diversas corrientes las que se manifestaron a partir de tal evento, y la preocupación por el medio ambiente comenzó a tomar fuerza.

Otro documento que marcó la evolución del discurso ambientalista fue la publicación a cargo del llamado Club de Roma, en 1972: Los límites del crecimiento. Éste se basaba en un estudio y modelo científico realizado por el Massachussets Institute of Technology (MIT), en el que se presentaban distintos escenarios del futuro del planeta. Señalaron que la Tierra no sería capaz de soportar al mismo ritmo las políticas de crecimiento acelerado y la explotación intensiva de recursos. En ese mismo año se creó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y se celebró la primera Cumbre de la Tierra en Estocolmo, Suecia. Por primera vez, varios países se reunían para hablar sobre temas ambientales.

Años más tarde, en 1987, se publicó el libro Nuestro futuro común (después conocido como el Informe Brundtland), el cual fue encabezado por la doctora noruega Gro Harlem Brundtland y presentado por la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo de la ONU. El documento analizaba cómo el “progreso”, como visión generalizada de la sociedad, estaba destruyendo el ambiente, por un lado, y dejando cada vez a más gente en estado de vulnerabilidad, por el otro. Asimismo, enfatizó que entender de manera aislada al desarrollo económico y al medio biofísico genera procesos de industrialización, aumento de pobreza y devastación ambiental. En este documento se define por primera vez el concepto de desarrollo sostenible:

"El desarrollo sostenible es aquél que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades" (UNESCO, 1987).

Este trabajo, para el que se requirió la colaboración de científicos y políticos provenientes de 21 países distintos y diversas ideologías, evidenció que la protección ambiental ya no era una tarea local o nacional, sino que se convertía en un problema global.

Se celebró en Río de Janeiro el Segundo Encuentro de la Cumbre de la Tierra. En esta Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo se implementó el compromiso mundial, conocido como Agenda 21, en el que se detallan las acciones que habrían de ser adoptadas universal, nacional y localmente por organizaciones del sistema de Naciones Unidas, gobiernos y grupos principales de cada zona, en la cual el ser humano influía en el medio ambiente. Fue en este encuentro internacional en donde se consolidó, como un objetivo global, el concepto que hoy conocemos como desarrollo sostenible.
Además, fue el parteaguas de un replanteamiento civilizatorio en el que se comenzó a entender a la sociedad como parte de los problemas ambientales, y no como un elemento aislado.